Sobre la velocidad de la vida.

Parece incuestionable el hecho de que a medida que crecemos, la percepción del paso del tiempo tiende a acelerarse, no hay más que recordar aquellas tardes a la salida del colegio, cuánto duraba un verano, y cómo era la mañana del sábado.

Ahora, los años pasan rápido, la secuencia de verano, navidad y verano parece enganchar el final con el principio, las semanas son cortas y las tardes… las tardes ya no existen.

Forma parte del mito popular el hecho de que las vivencias agradables pasan rápido y las dolorosas lentas, y algo de razón en ello, pero eso es sólo una pequeña parte de la forma en que nuestra mente percibe el paso de la vida. No es precisamente el sufrimiento el que alarga los años de la infancia, si no la propia exploración de la vida.

De niños todos somos recién llegados, hay misterio y novedad por todas partes, desde las olas del mar hasta la luz de una linterna, nuestra mente se detiene a explorar aquello que no conoce, se despierta en interés por el detalle, se activa la capacidad de atención y con ella la cantidad de vida que incorporamos.

Y ahora, no es que la vida pase más rápido, es la calidad de la vida la que ha perdido color. El cerebro ya conoce lo que vivimos todos los días, ya sabe lo que viene a continuación y es fácil dejarse llevar por la inercia de la aparente seguridad en lo conocido, por la comodidad o la tranquilidad, cuando en realidad no hacemos si no estancar la experiencia y dejar que la vida nos pase por encima.

Y como en la mayoría de los casos, el secreto está en lo obvio, y la recomendación es tan sencilla como sorprendentemente eficaz:

HAZ COSAS DISTINTAS, no es necesaria la búsqueda exclusiva de emociones intensas, basta con introducir novedad. Cambia el escenario, mezcla tus costumbres con otras, déjate seducir por los estímulos más básicos y elementales, mira lo que nunca has visto, escucha lo que no has oído, y prueba sabores que no recuerden a lo mismo de siempre. Y la joya de la corona, CUESTIONA TUS LIMITACIONES. La mayoría de las limitaciones no son dificultades reales, son simples costumbres, el peso implacable del más de lo mismo.

Y es que probablemente, la evolución no nos diseñó para ser felices, nos diseñó para buscar la felicidad, y es precisamente esa búsqueda la que debería hacernos felices. Al fin y al cabo, se trata de escribir la vida, y parece que NADIE la va a escribir por nosotros.

Por eso Yporquénosolo, no es una agencia de viajes, no es una página web ni un blog de amigos, es una FORMA DE PENSAR, de hacer y de atreverse, una forma de plantarle cara a la velocidad de la vida.

José María Caballero

El Camino de Santiago de Campanilla.

Para mí la soledad es algo que no se busca, te la encuentras; estar solo, que es más importante, es saber estar contigo mismo: escucharte, disfrutarte, aceptarte,… y sólo así podrás mostrarte tal como eres, naturalmente, sin fingir.

Quiero contaros una experiencia única que he vivido esta Semana Santa de 2010 recorriendo en solitario 135 kms del Camino de Santiago (de Lugo a Santiago) durante 6 días. Llevo con Juan ocho años de muy feliz relación, conviviendo desde el primer día. Comento esto como antecedente para deciros que no hay que estar soltero para decidirte a hacer algo en solitario, simplemente porque quieres cumplir una ilusión, una promesa, probar algo nuevo,… cada uno elige su causa para lanzarse a una aventura en solitario.

Yo siempre tuve la ilusión de hacer el Camino de Santiago por motivos espirituales, pero esta vez se añadía otra situación. Venía de una época personal muy difícil y de mucho sufrimiento. Necesitaba aislarme del ruido diario y sumergirme en el silencio de la naturaleza para ordenar todo lo vivido, aprendido y, muy especialmente, divertirme conmigo y ser buena amiga mía. Por todo ello es por lo que elegí hacer el Camino Primitivo, el tramo más desconocido de esta ruta milenaria.

Cada vez que recuerdo el Camino de Santiago desde el momento en que cogí el autobús a Lugo, me invaden mil sensaciones positivas que me arrancan, ya no una sonrisa de felicidad, sino de orgullo de ver cómo viví día a día con mi compañía, el ruido del bosque, el pisar de mis botas, el golpeteo del bastón, la gente autóctona de los pueblos más recónditos, con el resto de peregrinos,… El viaje me lo organicé yo sola y cada día tomaba decisiones importantes para que todo llegase a buen fin.

Para mí hubo momentos muy críticos: físicos y psíquicos. Físicos, porque al estar poco acostumbrada a caminar 22 km diarios, al final algo te pasa factura, en mi caso una rodilla y las ampollas en los pies, pero no me detuve. Yo siempre he sido muy quejica y, ya veis, más despacito y con fuerza de voluntad, llegué cojeando a la Plaza del Obradoiro. Psíquicos, porque cuando el cansancio hace mella, la lluvia borra el camino y no te deja ni mirar al frente, la humedad te cala en los huesos y te dan calambres en brazos y piernas,… tienes que pedir a tu cabeza que no te mande señales erróneas de “abandona”, “cógete un taxi”, “pero ¿qué haces tú aquí?” y empezar a cantar esa canción que tanto te gusta y que Juan te cantó al oído mientras te despedía en la estación de autobuses, llamarle para que te diga esa frase que tanto te anima de “eres un tigre” y, por qué no, llorarle un poquito para desahogarte. Por eso digo que lo que siento es orgullo al mirar atrás y recordarlo, porque jamás pensé que llegase a ser tan duro en algunos momentos y que iba a salir tan airosa de todo: que cojeando y con mucho dolor no paré hasta el final, de ser generosa de corazón y recibir cariño y bondad de los compañeros anónimos de viaje, de llamar a la puerta de una casa en frío para pedir ayuda y no saber qué te vas a encontrar,…

Solamente soy capaz de evocar los buenísimos momentos y esa sensación de plenitud desbordante mimetizada con la magia del bosque y del Camino.

Aún hoy recuerdo la última luna que me acompañó de madrugada en mi último día y cómo, después de llover intensamente durante varios días, al llegar al Obradoiro y reencontrarme con Juan, lucía el sol.

Silvia Gutiérrez

Mi blog en www.neverlandadventures.com “El Camino de Santiago de Campanilla”

Viajar solo? Sí, pero mejor acompañado?

Últimamente hay mucha gente que tiene problemas a la hora de viajar. Hoy empezamos a plantearnos algo nuevo hasta ahora. ¿Y si lo hago solo? Lo cierto es que con los horarios que tenemos (no todos podemos viajar en navidades o verano), la dificultad de encontrar en muchos momentos con quién realizar un viaje o simplemente la variedad de destinos que existen, están haciendo que cada vez suene menos extraño, el decir, me voy solo de viaje.

Ante esta pregunta surgen varias dudas, no todos los destinos son»recomendables»para esta forma de viajar.

Dentro de esta variedad hay dos formas muy distintas, me voy solo o me voy solo, pero dentro de la seguridad de un grupo, con gente que viaje sola.

Yo he viajado de estas dos maneras y creo, que dependiendo del tipo de destino o incluso de nuestra propia personalidad, sexo o experiencia a la hora de viajar, hay que meditarlo con mucho cuidado. Siempre se puede empezar con una idea y acabar con otra.

Hay veces que la naturaleza nos da grandes lecciones y esta puede ser un claro ejemplo.

La soledad

La soledad no avisa, ni espera, ni comprende, ni abriga…

No es un estado, es una oportunidad, la única que tenemos para conocernos a nosotros mismos, desnudos, desprotegidos, sin interferencias. Nos ocupamos tanto de conocer y opinar sobre los demás que olvidamos hacerlo sobre nosotros mismos. En soledad nos escuchamos y nos preguntamos, nos liberamos de grilletes y ataduras y nuestra propia identidad sale a flote sin disfraces. No podemos vivir con ella ni sin ella. Aunque pueda parecer extraño, es imprescindible para valorar la compañía de la misma manera que el silencio es la nota musical indispensable para componer una pieza, sin silencio no hay música; sin soledad, no hay vida. De ella se nutren la intimidad, la esperanza, los deseos, las fantasías, los errores y los aciertos, la libertad, el sueño, el dolor y el coraje, la venganza y el perdón. Es la esencia de todo cuando la elegimos y el peor de nuestros males cuando llega sin aviso.

Mar.

Qué me gusta hacer solo y que acompañado?

solo acompañado
viajar viajar
cocinar comer
ir al cine tumbarme en el sillón a ver una pelicula
caminar lloviendo tumbarme delante de la chimenea
correr caminar
montar a caballo esquiar
dormir la siesta dormir
meditar salir de copas
ducharme bañarme en el mar
descansar divertirme
recibir malas noticias ecibir buenas noticias
cuidar la huerta comer lo que da la huerta
ir al médico ir a un concierto

Santiago