Puede que fuera por ser el primero, pero sin duda fue un viaje que marco mi vida para siempre.
Siempre me han catalogado como independiente, que me gusta estar solo y así es, pero nunca se me había planteado la necesidad de viajar solo. Siempre había tenido con quien viajar y si lo hacía era por compartir viaje con alguien, ya fueran amigos, familiares o pareja. De repente y sin saber porque quería viajar y quería hacerlo solo. Unos años antes había hecho el Camino de Santiago en bicicleta con unos amigos y pensé que podía ser un buen momento para hacerlo andando, a mi aire.
Cogí una mochila, un poco de ropa y me subí a un tren, no tenía ni prisa, ni planes, sólo ganas de caminar y de algo más, pero no sabía el que. Comencé el Camino de Santiago, no tenía motivos religiosos, ni promesas, ni necesidad de vacaciones..
Sin darme cuenta me embarqué en el mayor viaje que he hecho en mi vida y fué aquí en España, el mayor viaje que se puede hacer, un viaje a mi interior. En el primer pueblo grande, abandoné la mitad de las cosas que llevaba, primera lección. Empecé a disfrutar de pequeños detalles que no era capaz de ver anteriormente y comencé a hablar con personas con las que nunca hubiera pensado que podría tener tanto en común. Al final, continué hasta Finisterre, donde quemé el resto de pertenencias que quedaban de mi viaje, tras bañarme en el mar y ver la puesta de sol. Sin duda, recomiendo continuar hasta este punto, donde antiguamente se terminaba el mundo.
Desde entonces he vuelto a viajar solo, acompañado de amigos, desconocidos, pareja y familia. Todos han sido muy buenos, pero ninguno como aquel, mi viaje de iniciación. Fue aquí en España, el Camino de Santiago, pero creo que puede ser en cualquier lugar.
Espero que algún día tengáis una experiencia parecida.
Un caminante más.